sábado, 31 de agosto de 2013

JIBARÍAS


Después de unos meses de retraso, al fin está disponible en la red la revista peruana Fix100. Revista Hispanoamericana de Ficción Breve, donde me fue concedido el privilegio de publicar un ramillete de cuentos jíbaros (“Columpio de azotea”, “Verano”, “Los espulgadores”, “Simpatía por el rudo”). 


Para su consideración y deleite, aquí les dejo el enlace:

FIX 100

viernes, 30 de agosto de 2013

HERMANOS DE LA SANGRE


El jueves 29 de agosto asistí como lector de la tesis “Dejaron de ser niños para ser unos pinches chamacos. La violencia infantil y juvenil en el cuento mexicano contemporáneo”, que expuso y defendió con enjundia crítica Leticia García López, estudiante de la uacm en la licenciatura de Creación Literaria. Su tema de investigación, la violencia ejercida por infantes, niños y preadolescentes en la cuentística mexicana reciente, no sólo es original y propositivo, sino también esclarecedor en una circunstancia social terrible como la mexicana, donde el niño sicario se ha convertido en una institución más del tejido social.
Tal como documenta Leticia, quizá la literatura se haya adelantado a la configuración de la realidad por primera vez en la historia de este país, pues los cuentos que analiza la sustentante se publicaron hace dos décadas, es decir, antes de que salieran a la luz pública los casos de niños asesinos a sueldo que el narcotráfico y las mafias han alimentado para sus propósitos. O los que sin motivación aparente asesinaron a su familia.
Cinco relatos de igual número de autores tienen su ponderación literaria, responden a las plumas de Mónica Lavín, Francisco Hinojosa, Xavier Velasco, Antonio Malpica y Alberto Chimal: la ronda de generaciones, la vuelta de tuerca de la violencia, el retorno del mal en estos auténticos héroes de la inocencia perdida.
El añejo binomio literatura y violencia sustenta temas, tramas y traumas sociales entre nuestras literaturas, incluso conjeturalmente podría hacerse una división general de las formas de violencia que se encuentran documentadas en los cuerpos narrativos presentes o pasados: doméstica, física, psicológica, simbólica, estatal —ejercida legítimamente por el Estado— e incluso cataclísmica —por la desaforada templanza de la Naturaleza— y revolucionaria —por bandos en pugna, como en Los de abajo: los ejércitos rebelde y federal.
La violencia, cualesquier tipos de violencia, ejercido por niños, infantes o chamacos, había pasado desapercibida por la crítica, tal vez porque no había sido un fenómeno recurrente en la sociedad, pero el tiempo nos ha alcanzado y ya tiene su representación en el cine mexicano –nomás recuerden Los bastardos–, en el estadounidense ni se diga, donde podríamos entretejer un ensayo extenso con esta problemática. Afortunadamente llegó Leticia para enseñarnos a percibirlo y ponderarlo. De estas minucias literarias ayer parlamentó Leticia García López durante su examen profesional.
Los “pinches chamacos” ya nos esperan, pues en ningún cuento analizado, estos “ángeles terribles” recibieron un castigo, una pena o sanción por el crimen cometido. La impunidad se finca en su reino de ficción. ¿O será la realidad social lo que posibilita la falta de sanción?
Enhorabuena, Leticia, por la nueva cima conquistada.


Leticia García López, “Dejaron de ser niños para ser unos pinches chamacos. La violencia infantil y juvenil en el cuento mexicano contemporáneo”, tesis de licenciatura en Creación Literaria, México, uacm, 2013, 150 ff. 

domingo, 25 de agosto de 2013

ADRIANA Y SU GABINETE DE LECTURAS


Ocaso de utopías, esplendor de brevedades

Adriana Azucena Rodríguez

Los mexicanos no sabemos lidiar con el presente. Tendemos a culpar a nuestro pasado de las dificultades actuales: la Malinche nos concibió mientras era violada sistemáticamente por el invasor. Mientras que el futuro siempre es promisorio, encarnado en el próximo sexenio, partido, régimen... hasta que nos estrellamos contra el presente. La literatura ha llevado un registro puntual de ese vaivén que hoy continúa con Ocaso de utopías, un libro de ensayos y crónicas que refieren la caída de proyectos utópicos según ciertas obras y fenómenos culturales. Como advierte el autor en el ensayo que da título al libro, los intentos de llevar a buen fin una utopía son frecuentes en México, como en cualquier parte del mundo. El siglo XXI inaugura el fin de esas proyecciones y “su final llegará con la desaparición de las eras del hombre”.
Así, su lectura de Santa tiene aspecto del ocaso de la utopía urbana, de sus bajos fondos, “una derrota sentimental”, la llama Perucho. La felicidad porfiriana no se encontraría en su orden social, el núcleo familiar o la vida pública, sino en sus casas de placer y en la destrucción de ese mundo eufórico y ficticio. El ocaso tiñe su interpretación del escritor marginal Pedro F. Miret, que no obtuvo un sitio en otra utopía: la del éxito literario, de promociones, conferencias, talleres y recitales.
Quizá la obsesión de Javier Perucho por las sirenas (ha compilado ya dos antologías de minificciones sobre el personaje) sea también parte de esta nostalgia por los mundos perdidos, nostalgia compartida por Felipe Garrido, uno de los principales representantes de la minificción mexicana, desde diferentes géneros y proyectos. El autor analiza y comenta los recursos compositivos, la tradición de la brevedad anfibia y el futuro inmediato de los estudios sobre esta figura que aún invita a seguirla, dando la espalda a los horrores de tierra firme.
Otro mito visitado es el norte, una utopía más que inicia con la búsqueda de la fuente de la juventud de Cabeza de Vaca y termina con el infierno de la migración, cuya literatura ha desembocado en dos cauces: el testimonio y la ficción. De Eduardo Antonio Parra, el autor destaca su múltiple vocación fronteriza: geográfica, oficiosa, temática (la violencia entrañable, los habitantes de la noche, la violencia doméstica, los arquetipos, los burdeles). Para lograr una serie de personajes que son, en opinión de Perucho, un cúmulo de personalidades fronterizas. En esta región se ubica otro autor del otro lado: José Antonio Villareal, autor de la novela estadunidense Pocho en español. El comentario es contundente: la literatura chicana es una vertiente de la estadunidense.
Cómo no iba a ser así si, como registra en su crónica-ensayo “El sufragio de Ulises”, México devuelve ingratitud a sus nuevos Odiseos negándoles un derecho elemental: el sufragio, cuya imposibilidad se mantiene entre los llamados ilegales.
Una vez más, el autor se ocupa del microrrelato, tema al que Perucho ha dedicado lo mejor de su prosa. Aquí revisa sus géneros cercanos: la adivinanza, el chiste, la fábula, el aforismo, la viñeta, la estampa y la anécdota. Con esto se desvanece la utopía de los géneros, la posibilidad de una ciudad literaria con límites inamovibles. Su recorrido por la historia del microrrelato hispanoamericano termina en el punto que obsesiona al autor: el norte, “horizonte de la joven literatura mexicana”. En cuanto al aforismo, el autor hace recuento de antologías y carencias, para proponer una nueva etapa de linderos y redefiniciones. El aforismo, a pesar de su sabiduría, carece del éxito que supone la crítica y la teorización y la historización; en cambio, florece entre las plumas más influyentes del siglo XX mexicano y en su tradición oral; expulsado del ámbito universitario, el aforismo se redime en voces recientes, desde blogs y otros medios electrónicos. Argumento, definición, empirismo: “es el género de la madurez literaria”. Lo demás es decálogo... para una política de la nanoliteratura, género de brevedades que también resulta utópico pues su esencia es difuminar fronteras.
Ocaso de utopías, en fin, se embarca en pasiones incitantes: la literatura mexicana de cierta marginalidad, las fronteras y las utopías que nos hablan de nuestro complejo sitio, el de los mexicanos, en los territorios del tiempo, la historia y la identidad.


Publicado en La Jornada Semanal, Ciudad de México, 25 de agosto de 2013, núm. 964, p. 11.

lunes, 19 de agosto de 2013

EL PEQUEÑO ESPACIO


DECÁLOGO DEL PERFECTO MINIFICCIONISTA

Fabián Vique

I. Mófate del maestro.
II. No creas que haces Literatura. Toma esto como cierto aunque sea cierto.
III. No te pongas límites. Pero, si tu minificción sobrepasa las 50.000 palabras, piensa que ya es hora de ir buscándole un remate.
IV. No matarás a tu personaje, es un truco viejo. De todas maneras, si no hay más remedio, asegúrate de que se muera bien muerto. Huye de las resurrecciones y demás continuismos como de la peste.
V. Debes ignorar hacia dónde va tu historia aun después de haberla acabado.
VI. Codiciarás la minificción de tu prójimo.
VII. Sé omnisciente o el malo de la película o, lo más recomendable: las dos cosas al mismo tiempo.
VIII. Sé orgulloso, pedante, sabelotodo, irónico, fanfarrón.
IX. Que tu historia sólo tenga valor para el pequeño ambiente en el que se mueven tú, Dios y otros colegas.
X. Ten presente que nada hay tan previsible como un final imprevisible.
XI. Excédete, siempre excédete un poquito.


Otras lecturas, otros mandamientos de Fabián Vique, Los suicidas se divierten. Antología, Posdata Ediciones, Monterrey, 2012. (Hormiga Iracunda)

martes, 13 de agosto de 2013

POETA RUDO Y ENMASCARADO


DANIEL TÉLLEZ

Mutatis mutandi
Usted es un caso extraño. Nada le hace mella. Vuelve sin rencor a sus pulgosas chácharas. El encuentro con el santo de Asís, los primeros tabloides, Burroughs, los Populibros, la música vernácula y Lolita. El cuarto sin televisor pero con los goles de Maradona en el paladar. La prosperidad vista en la administración de recursos que hacía su madre. Esto es una biografía aunque no haya iras incendiarias. Es un vuelo chárter que habla de justicia porque el axioma de la deserción proviene de su espíritu migrante. En la lobreguez de la vivienda estrecha, dormita, porque en la guerra no hay paladines.




Nota del autor: prosa inédita de una serie autobiográfica en construcción. 
Foto de JP, mmxii, Telas La Parisina.