lunes, 15 de diciembre de 2008

Aferrismos

Recurso no renovable
Para los escritores, el tiempo es el único bien no renovable.

jueves, 27 de noviembre de 2008

Grabado con láser

Grabado con láser
Confrontado por la sirena, incrédula ante su repertorio, Odiseo sacó su iPod.

miércoles, 26 de noviembre de 2008

¿Quiénes son? Los raros



Para la morabilia del encuentro de San Luis Potosí, La escritura excluida, los raros, coordinado por el escritor Ignacio Betancourt.
En sentido contrario a las manecillas de un reloj, los parroquianos son José Juan Cervera Fernández, ensayista (Mérida); Raúl Ramírez García, poeta (Guadalajara); el Capo José Manuel di Bella, narrador (Mexicali); JP, sirenólogo (DF), y la pintora tapatía Cecilia Márquez (Guadalajara).
Imagen de Raul Ramírez García.

martes, 18 de noviembre de 2008

viernes, 14 de noviembre de 2008

La minificción a examen

El lunes 24 de noviembre, en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, de mañana a tarde, se expondrán las poéticas y políticas de la microficción por la voz de sus creadores y analistas. Serán bienvenidos. He aquí el programa:



jueves, 13 de noviembre de 2008

Entrevista en Ficcionario

Entrevista de Mónica Lavín sobre Yo no canto, Ulises, cuento en su programa de radio Ficcionario, la descarga es gratuita:

http://201.116.47.206/demanda/Ficcionario/NOV/2LaJ.mp3

lunes, 10 de noviembre de 2008

Estante de novedades



México, Ediciones Fósforo-Conarte, 2008.
Diseño de portada y formación de interiores: Verónica Lara Velázquez.

martes, 4 de noviembre de 2008

lunes, 3 de noviembre de 2008

lunes, 27 de octubre de 2008

lunes, 20 de octubre de 2008

lunes, 13 de octubre de 2008

martes, 7 de octubre de 2008

Monterroso en octubre


EVELIA ARTEAGA
Con una doble licenciatura en Letras, logradas una en el Claustro de Sor Juana y la otra en la UNAM, donde está por obtener su grado de maestra en Letras Clásicas con una investigación sobre la iconografía de los misterios órficos en la cerámica griega, Evelia Arteaga es docente de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, donde imparte las materias de Griego y Latín, y en la UACM ha dado clases en el Programa de Integración, la Academia de Lenguaje y Pensamiento e impartido un taller libre de Griego, además se desempeña como enlace de su academia. Y no bastándole con ese fardo de tareas, practica yoga y traduce a los clásicos grecolatinos.


AGUSTÍN MONSREAL
Agustín Monsreal es ante todo un cuentista. Una quincena de libros llevan estampada la rótula de su firma. Al menos otros tres libros de poesía colman el morral de libros que carga sobre sus hombros. El periodismo cultural tiene en su pluma a un sagaz articulista que lo mismo ha publicado en las páginas editoriales de Excélsior o en El Cuento. Revista de Imaginación. Como diestro narrador que es, en un taller de cuento comparte sus enseñanzas de Tusitala a las nuevas generaciones de narradores. Hoy nos honra con su presencia el autor de Los hermanos menores de los pigmeos, démosle una bienvenida jíbara, es decir, estruendosa, tan estruendosa como para concelebrar con este contador de historias el veintiún aniversario de la primera edición de La banda de los enanos calvos.

martes, 30 de septiembre de 2008

miércoles, 17 de septiembre de 2008

jueves, 21 de agosto de 2008

Chicanalia

CUITAS Y TRIBULACIONES DE LOS MEXICANOS EN CHICAGO


Diez consideraciones sobre la tradición, la crónica, sus autores y el género.

1) De los escritores mexicanos que han documentado la migración nacional a EE UU, sólo Francisco Hinojosa en Mexican Chicago había dado testimonio de los paisanos arraigados en Illinois, la Bella Airosa anglosajona. La diferencia escritural entre Hinojosa, Raúl Dorantes y Febronio Zatarain estriba en que estos cronistas ya no volverán a la tierra de expulsión, salvo para honrar los días de guardar, los festejos cívicos y los ocasionales retornos del hijo pródigo.

2) Debemos considerar a …Y nos vinimos de mojados. Cultura mexicana en Chicago en la tradición literaria mexicana, pues en el cuerpo de la obra sus autores implícitamente renuncian a afiliarse a las tradiciones chicana o anglosajona. Sana elección, pues en tales acervos difícilmente encontrarán un asiento que les conceda un reconocimiento como escritores mexicanos, ya que ellos no han declinado a su ciudadanía, ni a sus derechos políticos, pero quién les concederá los culturales, cómo los exigirán y ante quién, si a los estados y a la Federación sólo les interesa la captación de remesas, motor del desarrollo y elemento de estabilidad política, además de ser la constancia más vergonzante de la fuga demográfica.
Con Dorantes y Zatarain sucede lo mismo que con el doctor Francisco González Crussí, en qué acervo cultural los registraremos.

3) En su crítica a la chicanidad, un fenómeno sociocultural que ha perdido impacto en las comunidades mexicanas asentadas en “territorio yanqui” —la frase es de Victoriano Salado Álvarez—, pero aún con ascendiente entre los estudiantes y profesores “latinos” de las universidades norteamericanas, Raúl y Febronio comulgan un tanto con el sueño de los chicanos que recurrieron a la mitología azteca para mitificar su expulsión del paraíso y legitimar la presunta colonización de los territorios perdidos. Mitología que empatan con el retorno del hijo pródigo, ese Ulises descarriado que ya no volverá a tomar posesión de sus bienes, amores y ancestros que dejó en Ítaca.

4) En tanto que género, …Y nos vinimos de mojados… ortodoxamente no es un libro de crónicas, o es eso y un poco más, pues en la confección sus autores hilvanaron apuntes ensayísticos, reclamos políticos, crítica cinematográfica, tipologías del mexicano de extracción rural, entre otras exigencias de varia naturaleza. Los imperios del yo escritural quedan en las crónicas sutilmente atemperados, que es otra de las diferencias estilísticas con el libro de Hinojosa y con la costumbre imperante en los modos contemporáneos de hacer crónica.

5) En algún momento del pasado reciente, en una consulta electrónica pedí a Raúl Dorantes los signos que lo identifican como escritor de la diáspora mexicana: lugar y fecha de nacimiento, escolaridad, publicaciones, trabajo actual, lugar de residencia, traducciones y reconocimientos para incluirlo en un libro en preparación que dará cuenta de los escritores chicanos del siglo XX. Por alguna torpe razón, a Febronio no lo tenía registrado en mi repertorio, a pesar de que Raúl Ross me había recomendado e insistido incluirlo en varias ocasiones. …Y nos vinimos de mojados… me ha dado la ocasión de ubicarlo en su tradición, extraer los signos que me hacían falta y registrarlo en mi demografía literaria. Espero con ello saldar mi falta. Naturalmente espero que se sientan bien representados estando entre Lucha Corpi, Raúl Ross, Sandra Cisneros, Francisco González Crussí y José Antonio Burciaga.

6) Conocí por primera vez las animosas crónicas de Dorantes y Zatarain como simple lector del Masiosare, suplemento político de La Jornada ya desaparecido; de aquella época recuerdo la del barman que despachaba en el piso 96 y la de cómo se implantó el futbol en los campos de Chicago. Luego como dictaminador interno del libro, las volví a leer en su conjunto, sin seguir el orden natural de sucesión. En la última lectura me reveló las cuitas y tribulaciones de los mexicanos en Chicago, que ningún otro escritor compilado en Los hijos del desastre. Migrantes, pachucos y chicanos en la literatura mexicana me había proporcionado. Ya que ellos, los escritores mexicanos, escribieron como testigos presenciales de la circunstancia mexicana en Estados Unidos; en cambio, Raúl y Febronio hablan en calidad de protagonistas de la asimilación, el rechazo, las formas de empleo, los usos de la lengua, el vestuario, la religiosidad, los días de asueto, el ocio, la pisteada en la trastienda, el deporte y el regocijo nocturno, así como de las formas en que la imaginería cinematográfica y las expresiones musicales han representado a los emigrados nacionales.

7) Justamente esas representaciones cinematográficas son las menos documentadas en este libro testimonial, pues se ciñe a la filmografía norteamericana y deja de lado a la europea (París Texas o Lejos de casa), la mexicana más reciente (De ida y vuelta; Bajo California, el límite del tiempo o Farmingville) y al cine chicano (American Me? Zoot Suit). De completarse ese capítulo, tendremos un apartado con la historia, cultura y migración de los mexicanos de la diáspora a través del celuloide. Historia que hace falta en un país que promueve los estudios chicanos, pero no los relativos a la diáspora mexicana, dos asuntos muy distintos en la actualidad política.

8) Una ausencia documental que noto en el libro. De cada uno de los personajes de Dorantes y Zatarain sabemos el nombre de las comunidades expulsoras, el motivo de su expulsión y el condado de recepción, pero la cuarta de forros no nos da cuenta, menos aun el cuerpo de las crónicas, de donde partieron los autores, apenas nos informa el año en que llegaron a la ciudad de recepción. Por el cuerpo de la obra, se infieren gustos y elecciones suyas, escolaridad e incursiones en el mundo de las letras, pero los autores no nos ofrecen nada más sobre su biografía, que para mí resulta sustantiva para los cometidos apuntados en la observación cinco.

9) A mi parecer la función social de los clubes y federaciones de migrantes con residencia en Chicago en …Y nos vinimos de mojados. Cultura mexicana en Chicago, apenas se menciona de manera secundaria. Estas agrupaciones tienen una escasa representación en el libro, por la presencia abrumadora de instituciones comunitarias fundadas por los méxico-americanos, anglosajones y chicanos; sin embargo, en la vida social, cultural y política de los paisanos, aquí o allá, incluso han rebasado y desplazado a los poderes establecidos, al grado de decidir autoridades, obra pública, celebraciones, creación de empleos y un sinfín de beneficios colectivos en las comunidades de origen.
Para los gobiernos federal y estatal son instituciones que se ambicionan, cortejan y cooptan para el beneficio político de los mandatarios estatales o el ejecutivo federal.

10) Apunto finalmente que los migrantes, los mexicanos del éxodo, han sido olvidados o relegados de los estudios universitarios o culturales que se realizan en México. Siendo que son la minoría étnica más claramente creativa y con el mayor potencial político en el conglomerado racial que da sustento a la polifonía cultural de Estados Unidos.
En mi consideración, representan a la mexicanidad desarraigada; son un trasplante de la hispanidad en el orbe anglosajón, pero sobre todo son una extensión de la latinidad; es decir, de la cultura madre que dio origen, sentido y razón a occidente.
Los mexicanos de la diáspora renunciaron a un imposible bienestar para realizar, más allá del suelo nativo, su sueño aquí en la tierra, de ellos se esperan las mejores aportaciones en las ciencias y las artes del porvenir.
Las aportaciones culturales de la diáspora mexicana aún esperan a su historiador, mas los cronistas del desarraigo, Raúl Dorantes y Febronio Zatarain, nos han adelantado el capítulo de la asimilación, el rechazo, la adaptación, la conservación de la idiosincrasia, los extremos de la ontología del mexicano más allá de la frontera norte.

Raúl Dorantes y Febronio Zatarain
…Y nos vinimos de mojados. Cultura mexicana en ChicagoPrólogo de Carlos Monsiváis, México, Universidad Autónoma de la Ciudad de México, 2007, 301 pp. (Crónica Urbana)

viernes, 20 de junio de 2008

Rabos y orejas

No salí en andas de mis invitados, pero el jurado me concedió una mención honorífica por el trabajo de recuperación, divulgación y escolios a la obra de Pedro F. Miret, el raro.

miércoles, 18 de junio de 2008

A examen, barbón

A examen, barbón
Mañana 19 de junio, a las 10 am, en la Sala de Actos del Posgrado de Filosofía y Letras, UNAM, expondré y defenderé mi tesis doctoral “Pedro F. Miret, un raro del medio siglo”, cuyos sinodales serán Federico Patán (director), Paciencia Ontañón (revisora), Héctor Perea, Arturo Souto Alabarce y Alfredo Pavón (sínodo).
Pedro F. Miret llegó a México con los refugiados españoles a los siete años, se educó en la UNAM, ahí se graduó como arquitecto, donde impartió clases de arquitectura, pero abandonó su profesión para dedicarse al cultivo de la literatura, en la que incursionó en el cuento, la novela, el drama, el guionismo cinematográfico y el periodismo cultural, además fue dibujante, escenógrafo, actor, arquitecto y practicante de la fotografía. Una buena porción de su obra literaria quedó dispersa o inédita. De esas variadas actividades doy cuenta en cuatro centenas de folios.
Los apéndices que acompañan la tesis (cronología, hemerografía e iconografía) ilustran en blanco y negro la vida y obra de Miret: infancia, juventud, madurez; dibujos, planos; carteles de cine, actuación, cartas; vida familiar, portadas de sus libros y DVD.
Miret fue un equidistante del canon, un autoexiliado de la república literaria; en fin, un raro para un mundo raro.

PS: Como sé que mueres por estar a mi lado, apoyándome, escuchando y ponderando cada uno de mis razonamientos, ese día, devoto lector, mis silencios, titubeos, aciertos y felicidad implosiva, a ti se deben y a ti se encomiendan.
Estás avisado.

martes, 1 de abril de 2008

Novela del crepúsculo americano

Polvo y cenizas
Javier Perucho

Para los seguidores y nuevos adeptos a las preciosidades literarias de Cormac McCarthy, no será fácil proseguir o mantener la más reciente novela entre sus manos, pues la lectura de La carretera exige una condición lectora particular: la persistencia. Los muchos fanes que había embrujado con su fina hebra prosística deberán esforzarse para llegar al final epifánico, pues atrás quedaron los confines fronterizos, las dicotomías entre civilización y barbarie, la violencia primitiva del salvaje oeste, también fueron relegados la narración lineal, los capítulos unidimensionales y los acontecimientos engarzados secuencialmente, como puede verificarse en La carretera, donde tales recursos los sustituye por la estampa de rompecabezas y el tiempo del relato dislocado.
Por una hecatombe —natural o nuclear, nunca se revela la causa—, el locus amoenus del que habitualmente escribe McCarthy queda destruido hasta el polvo, y las cenizas tapizan con un algodón carbonizado el páramo que antes alojaba una ciudad, un villorrio o una granja. De estos espacios sólo queda constancia en un camino asfaltado, una lata de coca cola, un carrito de supermercado rebosante de víveres y frazadas, y un mapa estrujado con el cual se orientan, entre esa geografía de la desolación, la rapiña y el bandidaje, los dos sobrevivientes de que da cuenta la historia.
Esos objetos desvencijados cumplen una función simbólica en el relato, pues resultan imprescindibles para la sobrevivencia del padre, de nombre anónimo, y su hijo, cuyo apelativo ordinario es “el chico”.
Los personajes se dirigen al sur y hacia el mar, como mandatan las esperanzas de la mitología estadounidense, en busca de un clima templado. En el trayecto, abandonados a la buena suerte del destino, sobreviven a varias peripecias, entre ellas, a las trampas del hambre, ya que recorren una geografía en que cada animal o planta fue aniquilado por los efectos del cataclismo; a bandas de forajidos que asolan las regiones por donde transitan; a la endeble salud del padre; al clima frío, la nieve y la lluvia, los elementos a los que escapan en cada paso de su peregrinar. A esta acumulación de adversidades, se agrega la falta de luz natural y artificial: una eclipsada por la nube carbónica que vela el firmamento; la otra, por la carestía de los combustibles utilizados tradicionalmente, ya que fueron arrasados por el fuego apocalíptico. Entonces, para recibir calor e iluminarse en la noche enemiga, mendigan desperdicios de papel, toncones ennegrecidos y las ramas muertas que logran encontrar. Negra es su vida, más negro el firmamento y, si cabe, más negro aún su porvenir. La fatalidad, el pesimismo y la desesperanza tapizan cada uno de los parágrafos que dan consistencia a esta novela de tapiz en mosaico, condimentada con lascas de una escritura soberbia.
En alto contraste, No es país para viejos (Random House, 2006), sin ser una continuidad de la Trilogía de la Frontera (Todos los hermosos caballos, En la frontera, Ciudades en la llanura), aunque sí uno de sus deltas narrativos, se sostiene por la misma trepidante aventura por la vida, con sus respectivos aditivos: la violencia, las dualidades funestas entre el bien y el mal, la sobrevivencia del héroe más apto.
Con esos elementos se formula la poética narrativa de McCarthy: sus protagonistas corren invariablemente para salvar la vida. Unos perseguidos por un grupo de maleantes afincado en la tierra de nadie que es la frontera méxico-estadounidense. Los otros, hacia el sur, en busca de condiciones templadas para perpetuar la vida de la especie. Para aquéllos, sangre, balazos, persecuciones para recobrar o mantener el botín; para los otros, la cuesta del Gólgota si quieren preservar el género humano en peligro de extinción.
No es casual que el otro protagonista de La carretera fuese un niño, aunque ambos, padre e hijo, prosigan el camino “por la larga carretera negra”, aferrados a la certeza de que no les pasará nada en el trayecto, “Porque nosotros llevamos el fuego.” En su travesía, salvan las pruebas de vida: salteadores de caminos, hambre, la lucha contra los elementos y la encomienda paterna: asestarle un plomazo al hijo para que no caiga vivo en manos de las hordas caníbales que asolan ese mundo desolado.
Si llegan o no al destino anhelado, indagarlo es competencia exclusiva de los lectores de McCarthy, a mí apenas me corresponde apuntar que este prosista, apegado al estilo de vida de un eremita, se ha convertido en uno de los clásicos vivos del siglo XXI, no sólo por anticiparse al crepúsculo de la cultura “americana”, sino por el invalorado hecho de que La carretera fue una novela escrita para nosotros, sus devotos lectores.

Cormac McCarthy
La carretera
Traducción de Luis Murillo Fort, Barcelona, Random House Mondadori, 2007, 210 pp.

[Publicado en el suplemento de libros Hoja por Hoja, México, marzo, 2008.]

martes, 4 de marzo de 2008

De Aforística

Cada promesa incumplida se convierte en una soga anudada al cuello.

lunes, 25 de febrero de 2008

De Aforística

Un raro nunca cristaliza en un paradigma de escritura.

miércoles, 6 de febrero de 2008

De Aforística

Décadas de vida

Dijo Raúl Renán en la entrevista que le realizaron en Laberinto, previa a su homenaje cumpleañero de los ochenta años: “La persona más cercana a mí, soy yo. El que yo necesito para vivir, pero soy yo el que mando, no el otro.”

miércoles, 30 de enero de 2008

De Aforística

El genio y el psiquiatra
El dolor del ajedrecista. Las últimas palabras de Bobby Fischer, dirigidas al psiquiatra Magnus Skulason, director del hospital psiquiátrico penitenciario de Islandia, asentaron: “No hay nada que alivie el dolor como el toque humano.”

martes, 29 de enero de 2008

De Aforística

Sin exigencias no hay padecimiento. Sin padecimientos no hay exigencia.

lunes, 28 de enero de 2008

De Aforística

0 & ¥ [infinito]
Cuando el hombre descubra vida extraterrestre, nos convertiremos desde ese momento en un cero en el infinito.

lunes, 21 de enero de 2008

De Aforística

Silencio y cauda

A Jezreel Salazar

Un colega de la universidad me hace llegar una copia del texto “El silencio de las sirenas”, de Don Franz. Me llega el envío electrónico justo ahora que termino de integrar mi antología sobre las sirenas en el cuento brevísimo mexicano, que emergieron a lo largo del siglo XX y que caudillos y novísimos atraparon en sus redes de ficción.
Luego de leerlo, habré de corregir el título de mi compilación: Yo no canto, Ulises, cuento, por Yo no canto, Ulises, callo.

viernes, 18 de enero de 2008

De Aforística

Democracia rupestre
Durante el priato, ocupar ese cargo en el gabinete significaba la bendición del Ejecutivo para competir como aventajado en las elecciones presidenciales inmediatas. En el antiguo régimen se cuidaban las formas, se apegaban a los tiempos, cumplían la norma. Sin embargo, en este sexenio, ya de por sí baldado en su legitimidad, ningún precepto se respetó al designar al nuevo ministro en la cartera de Gobernación, que en ejerciendo el cargo se ha puesto en duda su nacionalidad y ciudadanía. Jamás en la historia de ese ministerio un político tan joven había ocupado esa cartera. Entiendo que ni la tradición política, ni la legalidad ni las normas jurídicas importaron para tomar semejante decisión política. Así se juega la democracia en una república petrorremesera.

jueves, 17 de enero de 2008

De Aforística

Adiós a El Nivel

La más antigua cantina de la ciudad de México cerró sus puertas. Comimos, brindamos, nos embriagamos ahí de tarde en tarde. El espacio de la tertulia etílica más añejo clausura las herrumbosas cortinas metálicas que enclaustraban a sus asiduos durante las horas de la media noche. ¿Y ahora, dónde retumbarán los soliloquios de sus parroquianos?
Adiós a El Nivel.

miércoles, 16 de enero de 2008

De Aforística

En mi interés resuena el deseo.

lunes, 14 de enero de 2008

Cosmogonía huave

Silencio por luto

Murió Andrés Henestrosa, maestro de las letras mexicanas, luego de cumplir un centenar de años de vida. Queda como un clásico del siglo XX Los hombres que dispersó la danza, florilegio narrativo en el que los sustratos indígenas oaxaqueños provienen del zapoteco, en su vertiente juchiteca, y el huave, lenguas autóctonas que habló hasta que aprendió español a los quince años.
La mitología, tradición y costumbres aborígenes se encuentran en la capa de superficie de cada una de las prosas breves de que está compuesto Los hombres que dispersó la danza, uno de cuyos relatos, “La abeja”, formó parte de El cuento jíbaro, autorizado de reproducirse por su hija Cibeles. De esa reinvención literaria que es “La abeja”, puede desprenderse la cosmogonía de un pueblo no conquistado por la civilización mexica. De ahí su interés antropológico y literario.
Así quedó este apunte en mi libro inédito Dinosaurios de papel: “Las formas propias de la oralidad indígena (consejos, adivinanzas, fábulas, relatos orales) y mestiza (tradiciones, leyendas, dichos, refranes), aparte del caldo de cultivo que significó la herencia hispánica, amalgamaron el humus para el arraigo y florecimiento de esta —dígase de una vez— institución literaria (el microrrelato) tanto en México como en el resto de Latinoamérica.
La interacción y confluencia de esos sustratos puede hallarse en las narraciones míticas con resonancias indianas de Andrés Henestrosa […]”
Henestrosa fue un narrador zapoteco, de origen juchiteco, que ejemplifica perfectamente el caso, pues se trata de un escritor que aprendió español como segunda lengua a la edad de diez años, en quien la herencia indígena tiene un peso específico insoslayable.
No escribiré más para guardar mi luto, que mantendré en silencio releyendo esa obra imprescindible por canónica de la literatura mexicana del siglo XX.

Nota bene: Los hombres que dispersó la danza ha tenido varias ediciones imprescindibles después de la primera, aparecida en 1929 (Compañía Nacional Editora Águilas), 1954 (unam), 1992 (fce) y 1997 (Miguel Ángel Porrúa).